La mujer en la escena
Por Maria Ángeles Parroqué
Desde el inicio del teatro hasta hace relativamente poco, las mujeres no lo hemos tenido fácil para poder subirnos al escenario. Desde tiempos de los romanos las mujeres raras veces actuábamos como actrices. Normalmente éramos requeridas para a interpretar música u otras artes menos decorosas.
Pero plantémonos en el siglo XVI, cuando una compañía italiana consiguió darle la vuelta a esta tortilla.
El 6 de junio de 1586, en España se emitió un edicto donde se ordenaba a “todas las personas que tienen compañias de representaziones no traigan en ellas para representar ningun personaje muger ninguna, so pena de zinco años de destierro del reyno y de cada 100.000 maravedis para la Camara de Su Majestad “
Afortunadamente esta prohibición apenas duró un año, ya que una compañía italiana de prestigio, la de los “Confidenti’ (de la Commedia dell´ arte), decidió presentarse frente al Consejo de Castilla con el fin de obtener una licencia que les permitiera utilizar para su representación en el Corral de Comedias del Príncipe a sus tres actrices Angela Salomona, Angela Martinelli y Silvia Roncagli, debido a que la presencia de estas era indispensable para llevar a cabo la función.
La compañía italiana argumentóque las comedias que traían no podían hacerse sin las mujeres, y que no hacían daño a nadie, y que se conseguía “mucho avmento en la limosna en los pobres”.
El Consejo de Castilla, estudió la solicitud y tras comprobar el buen nombre de la compañía italiana (que venía de triunfar en la Corte Francesa) y que la presencia de mujeres en la obra estaba totalmente justificada, acordó emitir un decreto el 17 de noviembre de 1587 por el cual autorizaba la presencia femenina en la representación teatral.
Según consta en las crónicas, al día siguiente de la representación, las compañías de teatro españolas, como la de Alonso de Cisneros, aprovecharon la ocasión y con algo de picaresca sumaron al argumento de los italianos, otras dos razones que sabían que surtirían efecto ante el Consejo de Castilla: La primera que si un hombre se disfrazaba de mujer, su comportamiento podía alentar al resto de los actores a cometer un pecado nefando (como se denominaba entonces a mantener relaciones homosexuales); y la segunda: que si las actrices actuaban junto a sus esposos se evitaba el riesgo de que ellos se vieran tentados y cayeran en brazos de otras mujeres durante el tiempo que estuvieran de gira, lo que fomentaba la institución del matrimonio.
Y claro, ante el peso de tales razonamientos, se les concedieron los permisos.
Así que en 1587, para alegría de unos y escándalo de otros, se decretó que la mujer podía incorporarse a la escena española.
Posteriormente, hubo otras dos nuevas prohibiciones en 1596 y 1598, pero las disposiciones que fue dictando el Consejo castellano en la primera mitad del siglo XVII autorizaron la participación de las actrices siempre que representaran papeles femeninos, estuviesen casadas y el marido las acompañara.
¿Y las solteras? Pues hacían lo que les dejaban. Existen varios contratos en el siglo XVII que prueban que era común contratarlas ya que no era fácil controlar esta situación.
Este tipo de prohibiciones no ocurrían sólo en España. En Inglaterra, la reina Isabel I, tampoco consintió que las mujeres pudieran subirse a un escenario, (y eso que ella misma era mujer). Y no solo eso, años más tarde, con la caída de la monarquía inglesa en 1643 el teatro en Inglaterra fue prohibido y no fue hasta 1660, con la Restauración, cuando volvieron a abrirse los teatros en el país de Shakespeare.
Sea como fuese, lo que teníamos en común con los ingleses era que a pesar de los decretos legales o las disposiciones reales, la mujer actriz, gozaba de muy, muy mala reputación.
Afortunadamente con trabajo y constancia, las mujeres y los hombres de teatro conseguimos cambiar esta injusta imagen. Pero eso ya es otra historia.